Escondites de la memoria
Son retazos de vida al caminar
que vienen y van,
unos se quedan para recordar
mientras los demás,
los demás se van al lugar del olvidar.
Fueron historias que sucedieron
sonriendo, o lloradas sin turno de cielo
por siempre enterradas bajo siete paladas de tierra,
o sencillamente ocurridas en la madrugada
en aquella jornada cualquiera
olvidadas de la palabra pues la palabra no las selló
aunque él, aquella, la recordó.
Sonriendo imaginó un infierno
el olvido
pero el león en la puerta que la sobresaltó
grabó en una neurona de un cerebro,
de su cerebro en la lejanía del tiempo escondido,
el retazo de la memoria.
En su memoria se guardó un fogonazo de la historia
del que olvidó.
Ahora sin esperar y sin saber
relampagueó desde la nada
en tenue luz que, apagada,
otra vez titiló en la vida y sus cosas,
destello de lo que un aliento fue
mas que no recordó otro en el que sucedió.
En otra sierra ululó el viento por eternidades
lo que en semejantes sunuosidades
dejó escapar con plenitud el cráneo,
la memoria y sus sitios
es día y es noche,
aquí el recordar es instantáneo
lo que en meandros de otro río
es remolino que enturbia y esconde.
Qué poco sé
en este fluir de tanto no saber.